UN MODELO PARA INTEGRAR LA ECONOMÍA MERCANTIL Y LA ECONOMÍA SOCIAL

8 d'octubre de 2019

publicat per Secretaria

UN MODELO PARA INTEGRAR LA ECONOMÍA MERCANTIL Y LA ECONOMÍA SOCIAL

Eugenio M. Recio

Profesor honorario de ESADE

Y colaborador del CEES

Introducción

Las Jornadas de debate “Economía mercantil y/o Economía social”, organizadas por “Tarpuna” (una cooperativa de iniciativas sostenibles) con el soporte del Ayuntamiento de Barcelona, me ha parecido  que ofrecen una ocasión muy oportuna para profundizar en el modelo de Economía Social de Mercado (ESM).

El dilema que parecen plantear las Jornadas es si la Economía mercantil y la Economía social son dos formas incompatibles de organizar la actividad económica o más bien pueden y deben resultar complementarias.

Para encontrar una respuesta hemos de partir de la caracterización de los dos tipos mencionados de actividad económica y de su realización histórica.

  1. 1.    Los conceptos de “Economía mercantil” y “Economía social”

El concepto de “Economía mercantil” ha tenido varias acepciones desde que empezó a estudiarse, hace siglos, el fenómeno económico y por eso suele ser muy confuso al identificarse frecuentemente con el de “Mercantilismo”. En las reflexiones que siguen, y de acuerdo con el planteamiento del lema que vamos a analizar, entenderemos por “Economía mercantil” la actividad económica de las personas, con una mayor o menor posesión de capital privado, que operan en el equivalente de lo que hoy llamamos “Mercado”, con una finalidad casi exclusiva de enriquecerse lo más posible. Es, por tanto, la realización práctica  de lo que solemos caracterizar como “Capitalismo puro y duro”.

En un entorno funcional como el descrito la “Economía social” se ha diseñado, por los que se han preocupado por el bienestar colectivo, como una actividad independiente del mercado y, por tanto, en una concepción de la Economía como la descrita anteriormente, tendría poco sentido la expresión “Economía social”. Durante el período de vigencia del modelo de “Economía mercantil” los preocupados por las consecuencias sociales del funcionamiento del Mercado, o su equivalente,  atribuyeron al Estado la responsabilidad de diseñar y poner en práctica una Política Social, que a lo largo de la historia se concretó en el concepto y la praxis del llamado “Estado del Bienestar”, que culminó en 1942 con la obra del inglés W.H. Beveridge “Social Insurance and Allied Services”.

2.- Génesis histórica de un nuevo modelo de organización económica

En las dos guerras mundiales, que tuvieron su origen y principal escenario en la Europa de la primera mitad del siglo XX, influyó con diferentes matices la puesta en práctica de una economía que, independientemente de cómo se haya querido caracterizar, correspondería a lo que hemos descrito anteriormente  como “Economía mercantil”. Sobre todo en la primera de las dos guerras mencionadas, el malestar provocado por una economía claramente antisocial, con elevados niveles de desempleo y la inestabilidad originada, en gran manera, por los elevados niveles de inflación repercutieron posteriormente  en las orientaciones de algunos partidos políticos y concretamente en Alemania, uno de los países líderes de Europa pero fuertemente herido por el Tratado de Versalles, que puso fin a la primera guerra, tuvo lugar el  desarrollo del sistema político del Nacionalsocialismo, que terminó provocando la segunda Guerra mundial.

La experiencia histórica de estos años debe tenerse muy presente por su importante contribución a la creación, precisamente en Alemania, de un nuevo modelo socioeconómico que pretendería relacionar la Economía mercantil y la Economía social, mediante cambios substanciales de los planteamientos que se habían formulado en las épocas anteriores. El modelo al que nos estamos refiriendo, muestra ya, en los términos con que se denomina, que ambas economías no se conciben como ajenas pues la “Economía  Social  de Mercado” (ESM) utiliza el Mercado como instrumento para conseguir y garantizar el bienestar social.

3.-  Descripción del modelo de la ESM

En la ESM el Mercado es una pieza fundamental, pero no cualquier mercado sino un mercado en el que existe una libre y leal competencia entre los participantes, gracias a las reglas establecidas y vigiladas en su cumplimiento por un Estado, sometido también a una regulación determinada.  Ludwig Erhard, uno de los principales creadores de la ESM, consideraba que la dignidad de la persona humana supone que todo ciudadano libremente tiene que poder disponer de los recursos necesarios para garantizar el bienestar de la propia familia y la mejor manera de conseguirlo sería operar en un mercado libre y competitivo. Esta concepción admite, por tanto, un comportamiento que podría considerarse “mercantilista” porque supone que el ciudadano procurará elevar lo más posible el beneficio de su actividad en el mercado, lo cual no iría contra la ética si, cumpliendo las reglas de la competencia y respetando estrictamente los derechos de los recursos humanos, que intervienen en el proceso, se aumenta la productividad con un mejor empleo de los recursos productivos, con lo que se beneficiaría también a toda la sociedad.

Como por diversas causas involuntarias es imposible que todos los ciudadanos de un Estado determinado puedan participar con el mínimo de condiciones que exige un mercado civilizado, el Estado tiene la obligación de facilitar la formación necesaria a todos sus ciudadanos y de proporcionar los recursos necesarios para una vida digna a los que ni siquiera alcanzan un nivel mínimo para participar en un mercado libre y competitivo.

El Estado es, por tanto, un factor fundamental para garantizar el calificativo de “social” en el modelo de la ESM pero su actuación, en cuanto a los fines a lograr y los medios para ello, no correspondería a un intervencionismo propiamente “liberal”. Los fundadores de la ESM  introdujeron, como otro de sus elementos característicos el llamado “Principio de conformidad con el Mercado”. Esto quiere decir que en los diversos campos de acción estatal y en los correspondientes instrumentos con los que el Estado ha de garantizar que el sistema de la ESM realiza sus objetivos, el Estado ha de autolimitarse para no perturbar el mecanismo del funcionamiento del mercado, establecido previamente. Lo mismo que el mercado de este modelo tiene unas características que lo diferencian de cualquier otro, el intervencionismo estatal, que es básico para garantizar el funcionamiento del modelo, tiene también sus reglas de juego que lo diferencian de la variedad de intervencionismos que se han dado a lo largo de la historia en la praxis de la organización económica.  Lógicamente estas limitaciones serán una de las causas que dificultarán que los Gobiernos acepten el modelo pero no se puede evitar su existencia para conseguir su operatividad.

La eficacia del modelo que estamos describiendo, necesita además para su realización práctica de otro factor fundamental, que no es fácilmente asimilable por cualquier cultura: se trata de una visión íntegra del conjunto de todos los factores que intervienen en el proceso con sus características funcionales y de la armonización, por tanto, de los principios, objetivos e instrumentos  que se apliquen en el ámbito de la Política Económica.  Historicamente este factor fue una gran aportación de la llamada “Escuela de Friburgo”, representada por economistas de prestigio internacional como Walter Eucken, Wilhelm Röpke y Franz Böhn y que precedió cronológicamente a la elaboración definitiva de la ESM con su planteamiento del “Ordoliberalismo”, término que traducimos como “Ordenamiento liberal” para evitar las confusiones que puede originar la traducción de la palabra  alemana  “Ordo”.

Con esta aportación al concepto de ESM, se trata de concebir como un todo las instituciones y el funcionamiento de los diferentes factores que intervienen en el ejercicio de la economía de un país: los mercados de bienes y servicios y los de los factores productivos: capital y trabajo, los Sindicatos y las Asociaciones patronales,  el Estado que  ha de actuar de acuerdo con el “Principio de la conformidad con el mercado” y el conjunto de los ciudadanos que han de integrarse en sus diferentes actuaciones como consumidores y como factores productivos en sus diversas formas. Este “Principio del Ordenamiento socioeconómico” tiene un fundamento cultural y, como no es una cultura generalizada en la mayoría de los países de los diversos continentes y concretamente en el nuestro, se encuentra aquí otra de las causas esenciales por las que el modelo de la ESM no se termina de asimilar y aplicar en su integridad, aunque en el Tratado de Lisboa se admita explícitamente como el modelo de organización socioeconómica de la UE.

Conclusión

Concluimos, por tanto, que la Economía mercantil y la Economía social no son dos formas incompatibles de organizar la actividad económica en las sociedades modernas sino un modelo en el que las dos economías se complementan en un sistema  operativo y unitario que combina eficiencia económica con cohesión social  para  garantizar el bienestar sostenible de los ciudadanos en los  Estados económicamente desarrollados en nuestros días.

 


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